La pintura del evangelista San Lucas está en la pechina sobre la Pila del Bautismo que esta en el Presbiterio. Sus dimensiones son la parte superior 1’87m, el lateral izquierdo según se mira 1’97m, y el derecho 2m.
En la pintura de Waldo Saavedra,
notamos que cabeza y cuerpo del toro aparecen imponentes, casi dominando la
escena, lo cual nos indica que se trata del Evangelista San Lucas, tema pictórico en el que sigue la tradición de la
iconografía pictórica sobre los evangelistas.
En la parte derecha, según se mira, aparece la figura de la Virgen, en claro contraste con la presencia poderosa y desafiante del toro, pues Ella está en estado de “dormición” viviendo su participación en la Pascua de Jesucristo, viviendo su Asunción en cuerpo y alma a los cielos, y así la vemos con un rostro feliz inundado de luz y de paz, luz blanca y azul celeste que traspasa toda su figura y que se clarea al representar su mano derecha. El Evangelista está pendiente de la Virgen María que parece elevándose al cielo en cuerpo y alma. Lucas es el Evangelista que más nos habla de María sobretodo en el Evangelio de la infancia si bien también la cita en la Pasión y con los Apóstoles en la espera de Pentecostés en los Hechos de los Apóstoles, libro del que también es autor. María esta revestida de rosas y lirios, con tonos suaves y encantadores, como toda ella desde la Inmaculada Concepción. Testigo de unas informaciones sobre la pintura que estaba manifestando D.Lisardo apreciamos, con verdad, que se percibe una linea partiendo desde el pecho hasta el bajo vientre de la Virgen, una línea luminosa azul indicativa de la curvatura del embarazo: y es que San Lucas nos refiere el pasaje de la Anunciación de Gabriel a María y el acontecimiento de la Encarnación del Hijo de Dios en Ella.
El brazo izquierdo del evangelista separa la presencia del toro, de la figura de la Virgen, que aparece elevándose, y por ser el que más nos habla de la Virgen se dice que es el pintor de la Virgen María: y Waldo Saavedra ha sabido representarlo con gran belleza.
Y mirando ese brazo vemos que en él aparece como tatuado en blanco (signo claro de nuestra modernidad) el signo de la serpiente enroscada a modo de estandarte que recuerda a Moisés que hizo una serpiente de bronce para que los que habían sido picados por la serpiente quedarían sanos al mirarla (Números 21, 4b-9) lectura que todos los años escuchas en la fiesta Patronal al Santísimo Cristo del Monte Calvario), y que ha quedado como signo de sanación para médicos y farmacéuticos, y ahí vemos un signo de su condición de médico que era Lucas, en las epístolas de San Pablo lo menciona como “el medico amado los saluda”. Al mostrarlo ahí se nos indica que la salvación nos llega por María, cuyo Hijo aplastó la cabeza de la serpiente en su Pascua, en su muerte y resurrección, acontecimientos que nos parece percibirlos en la otra parte de la pintura, la izquierda según se mira: Vemos colores que ascienden en negro, marrón, y rosas blancas, una mezcla de lo terreno y lo divino.
A los textos sobre la Virgen María que
nos ofrece San Lucas debemos las palabras que tejen la primera parte del Ave
María que tantas veces rezamos y son el fundamento de la oración diaria del
Ángelus. También la Iglesia reza cada
día el Magníficat que Lucas presenta en labios de María en su visita a su prima
Isabel. Y en su libro de los Hechos de
los Apóstoles nos refiere Lucas los comienzos y la primera propagación de la
vida de la Iglesia, a la cual nos incorporamos por el Bautismo, siendo un acierto
que Lucas este sobre la Pila del Bautismo ya que en su Evangelio nos manifiesta
a Jesús en su vida, su mensaje, su Pasión y Muerte, y en los Hechos de los
Apóstoles nos lo manifiesta ya resucitado y enviando a los Apóstoles a
continuar su misión y anunciar el Evangelio, bautizar y edificar la Iglesia
indicándoles que recibirán para ello la fuerza del Espíritu en Pentecostés.